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martes, 29 de agosto de 2023

Cambiando el marco...

    

La vaca estaba en un estado calamitoso, quería irse al otro barrio; por eso Luciana llamó a don Isabelo, su veterinario de cabecera. Doce segundos después Isabelo Noblejas aparcaba su viejo cuatro latas rojo en la mismita puerta del establo. Su moral dio en caer al suelo al instante de entrar en la cuadra: hacía cincuenta años que no veía a un animal tan acabado, consumido y maltrecho. Mientras acariciaba el pescuezo de la res, el veterinario clavó su mirada cetrina en la dueña del animal para sentenciar con autoridad:

―No hay nada que hacer, Luciana, la vaca se muere.

―Doctor, haga algo, por el amor de Dios  ―suplicó Luciana...

Don Isabelo usó un minuto entero, un eterno minuto para tejer qué decir y luego, lanzó la red :

―En fin Luciana, hay un remedio que podría funcionar… pero es milagreiro y antiguo, muy antiguo, además sólo habría de valer si usted lo aplicase al pie de la letra…

―¿Cuál es?, ¿cuál es ese bendito remedio?  contestó Luciana con lágrimas en los ojos―,   le juro doctor que yo por esta vaca hago lo que haga falta, es como de la familia, nació en la última legislatura de don Manuel Fraga, Dios lo tenga en la gloria; fíjese doctor, en esta mancha negra que tiene en la cabeza, dígame si no es talmente un Sagrado Corazón…

Mientras Luciana hablaba, el veterinario notó como una mosca pegajosa, que hacía un buen rato andaba zureando por la cuadra, se le posaba en la nariz, pero muy profesional la dejó hacer: inquietarse por unas cosquillas de nada delante del cliente y de la vaca rompería la confianza necesaria para que el antiguo remedio funcionase. La mosca, parada en el apéndice nasal de don Isabelo, con esas cortas entendederas que la naturaleza dio a los dípteros, pensó: extraño animal este que, estando vivo, ni sacude, ni retiembla, ni  me espanta

―Mire, Luciana, se trata del viejo remedio de las babas ―  confesó el veterinario.

―¿Las babas?, no conozco tal ungüento doctor  ―respondió Luciana.

―Sí, las babas del propio animal pueden sanarlo  ―completó Noblejas―; está comprobado que lo similar se cura con lo similar, simila similibus curantur, un ancestral principio hipocrático; y como es notorio y evidente que este animal, al perder vida, babea... podemos entonces intentar sanarlo con sus propias babas. Es lo único que podemos hacer, y no le garantizo nada…

―Pues mande usted, doctor  ―afirmó resuelta la dueña del animal.

―Bien, Luciana, no se olvide de ninguno de los pasos que voy a indicarle porque este remedio es mágico y solo puede intentarse una vez.

―Diga don Isabelo, ¡tomo nota!  ―dispuso Luciana, libreta en mano.

―Pues bien, Luciana  ―empezó a recetar el doctor―: Hágase usted con una tina, balde o caldero cualquiera, un cubo de zinc nos vendría muy bien, pero no lo limpie mucho ya que el óxido tiene propiedades anti-bacterianas…  Llénelo hasta la mitad con agua tibia, introduzca luego dos kilos de maíz, medio de harina de trigo, un cuartillo de salvado y media pequeña bien picada; revuelva bien la mixtura y haga que la vaca la coma. Usted debe estar presente, Luciana, porque no debe dejar que la vaca relama el fondo, el animalito en ningún caso debe comerse sus propias babas, esto sería fatal; aparte entonces el cubo, recoja a dos manos los restos de babas y comida que quedaron y se los pasa usted a la vaca por encima, desde la cruz hasta el rabo, a contrapelo, masajeando y restregando bien el mágico ungüento, mientras le canta algo; las canciones populares van muy bien, aquella de tengo una vaca lechera, no es una vaca cualquiera, me da leche merengada, hay que vaca tan salada, tolón-tolón, tilín-tilín, podría servir perfectamente. Repetirá este complicado proceso tres veces al día.

―Haré todo como usted me dijo, lo prometo doctor, pero mire una cosa, ¿he de estar presente todo el día aquí en la cuadra?  ―preguntó Luciana.

―No, no es necesario: entre toma y toma llévela al prado y deje que paste tranquila  ―respondió el veterinario cuando ya salía del establo.

En solo una semana la vaca había sanado.

Toda comunicación porta en su interior alguna intención consciente o inconsciente; no hay pues comunicación aséptica o dicho de otro modo, no existe el altruismo en comunicación… aunque consuela pensar que un buen fin justificó el medio usado por nuestro veterinario… ¿El marco puede cambiar el cuadro? Parece que sí; porque un marco puede ser discreto, otro eclipsar a la obra, otro engrandecerla… pero un mensaje no debería ser presentado desnudo, como viuda ofrenda al sol: para que un lienzo luzca, debe llevar marco. Al poco de entrar en la cuadra, don Isabelo ya había establecido un diagnóstico: desnutrición severa. Pero don Isabelo Noblejas descartó emplear ese marco lógico: «No me extraña, Luciana, esta vaca está desnutrida… denle bien de comer y no me llamen para tonterías»; con ese marco Luciana jamás hubiese comprado el cuadro…

 

NOTA: Este cuento es una adaptación del original, publicado bajo seudónimo en el diario digital Nueva Tribuna en 2014

lunes, 28 de agosto de 2023

Misteriosa ABDUCCIÓN en el AULA

 

Al día siguiente dos pájaros de brigada de asuntos UFO del Ministerio de Defensa interrogaban a Paquita, la única alumna que al parecer presenció la misteriosa abducción de una profesora en el aula:

―Doña Paquita, buenos días, yo soy Bird ONE y éste es mi compañero, Bird TWO. Usted sabe que cualquier cosa que diga podría ser utilizada en su contra… bla-bla-bla. Procedo entonces a dar lectura a la declaración hecha por usted el día de autos:

«La docente llevaría unos noventa minutos hablando cuando fue chupada por la luz del cañón de proyección; aún estaba en la introducción del tema, gestión de RRHH, cuando fue embebida por la luz, lo juro  ―recuerde Paquita, que usted lo juró…―,  juro que se desvaneció del aula y apareció proyectada en la pantalla, dentro de su propio Power Point. Casi nadie pudo ser consciente del prodigio pues hacía mucho tiempo que todo el alumnado simulaba vida consciente: nuestra atención estaba en stand by, adormecida por el run run de la docente al leer, sin altos ni bajos y con cirujana precisión, aquel Power Point tan lleno de letras. Cuando fue abducida por la luz, iría, calculo yo, por la transparencia número ochenta que llevaba por título algo así como: aspectos deontológicos, éticos y morales del dinosaurio promedio del cretácico, en ausencia de recursos humanos… Lo curioso es que cuando la profesora fue sorbida por el cónico rayo de luz del cañón no se percató de su cambio de estado; seguía leyendo sus transparencias como si nada hubiera pasado, pero ya no lo hacía en el aula, sino dentro de la pantalla. La tarima estaba vacía».

Bird ONE, lanzó la primera pregunta:

―¿Usted presenció, doña Paquita, el momento justo en que la docente desaparece del aula, entra en la luz del cañón de proyección y aparece en la pantalla?

―No exactamente  ―respondió dudosa Paquita―,  el ambiente era tan, tan qué le diría yo, tan soporífero,  tan hipnótico… que no puedo afirmar tal cosa. Fue algo parecido a cuando un mago le hace a una truco y una no se entera ¿me explico? o como cuando le birlan a una la cartera en el metro y una se da cuenta al llegar a casa.  No sé… quizá  no pude ver el instante exacto de la aspiración porque éste me cuadró con un parpadeo en fase off, pero estoy segura de que sucedió…

―Y dígame, Paquita  ―interrumpió Bird TWO ―,  cuando la docente apareció en la pantalla ¿les miraba a ustedes desde allí? ¿Portaba acaso gafas de sol? porque reconocerá usted que nadie puede soportar esa luz directa en los ojos…

―No, querido, no portaba gafas de sol, ni las necesitaría  ―respondió Paquita mosqueada―  porque la profesora nunca miró al alumnado, ni antes, ni después de la chupación: ella seguía leyendo el su Power Point  dentro de la pantalla en un plano americano en el que se la veía señalar a otra pantalla dentro de la cual había otra pantalla más pequeña con otra profesora como ella, pero más pequeña señalando a otra pantallita más chica…

―Gracias, Paquita  ―cortó con elegancia Bird ONE―,  ya nos hacemos una idea de lo que usted estaba viendo. Pero díganos ahora, ¿qué hizo usted entonces?

―Se lo diré  ―se arrancó Paquita ahora con energía―: mis compañeros estaban un poco mosqueados mirándose unos a otros, pero el verdadero pánico empezó a cundir cuando de pronto se fundió la luz del cañón: ahora el aula estaba casi a oscuras y la docente ya no estaba ni aquí, ni allá ¿me entienden?… solo sonaba una vocecilla como enlatada encima de la mesa reservada a la docencia, aquel sonido procedía de su propio ordenador portátil…

―¿Y qué hizo usted entonces?  ―sondeó Bird ONE con real interés: el curso del relato de Paquita le había hecho olvidar durante una fracción de segundo las insoportables ganas de fumar que cargaba desde antes de nacer―.  Paquita respondió:

―Salté de mi silla y me dirigí al escritorio para mirar si ella estaba ahora en la pantallita del portátil, supuse esto pues en ese momento aquella era la única fuente de luz visible en el aula, y efectivamente: ahí estaba la docente como si tal cosa, parolando dentro de la pantalla de su portátil; al verme tan cerca me dijo: «¿quiere usted algo?». Yo le respondí:  «nada-nada, profesora, es que soy algo miope». Le mentí, les confieso mi pecado, pero solo fue para no sobresaltarla pues la pobre estaba ahí dando la clase, tan pancha… Miren, dejando la desgracia a un lado, daba gusto verla porque dentro de su pantallita actuaba de un modo más resuelto y confiado; supongo yo que por la zona de confort que le comportaba el hecho de residir físicamente dentro de su propio ordenador…

―¿Y entonces?  ―interrumpió Bird TWO.

―¡Entonces tomé las riendas!  ― prosiguió Paquita―  Yo tenía muy fresco un curso de  primeros auxilios que había hecho en la Cruz Roja y recordé de éste una enseñanza muy buena: en situaciones de crisis conviene encapsular la situación apartando a los mirones de la escena … Bueno, qué les voy a contar yo a ustedes que andan a diario en el rocanrol…

―Vaya al grano, por favor  ―volvió a interrumpir Bird TWO (Más tarde, en el pub de enfrente, su compañero Bird ONE le refrescaría lo que al parecer había olvidado de la formación policial básica: resulta estúpido abrir la boca en momentos calientes: justo cuando el reo empieza, sí, cuando empieza a vomitar…).

 ―Pues eso, tomé las riendas: mandé  con tono suavón a todos al descanso, eso nunca falla en los cursos, y desalojaron en cero dos. Una vez ahuecaron, yo fui a buscar a los de mantenimiento informático; los hallé en recepción y ¡ale! que me acompañaron al aula, eso sí, partiéndose la goma: ese gremio es tan prepotente como el de ustedes... disculpen, pero es que ustedes tampoco se creen nada hasta que lo ven con sus propios ojos. Al principio esos dos creían que la docente estaba en Málaga impartiendo una videoconferencia online  ―ellos decían webinar―  pero enseguida cayeron en la cuenta de que dicha modalidad carece de sentido en un curso presencial… entonces hicieron lo de siempre: resetearon el equipo. Pobre profesora, yo creí que la perdíamos, pero al iniciarse de nuevo la sesión, ahí seguía ella dándole que te pego al Power Point. Total que uno de ellos, el más mayor, en vista de que la profesora no debía pesar más de un giga, propuso la opción de sacarla de su portátil pasándola a una memoria externa, vamos, a un pequeño pendrive; pero el otro, más jovencito, enseguida abortó la maniobra afirmando que se trataría de un micro-machismo… Total que empezaron a hablar de lenguajes de programación: el más viejo, al parecer entendía un poquito de COBOL… Lo último que les oí es que iban a generar una carpeta en el escritorio para meter dentro a la docente y luego mandarla desde allí a la impresora 3D; pero rechazaron también esa opción pues no tenían, conforme a la LOPDGDD, la preceptiva autorización firmada por la docente para trastear en su equipo. Total que el más experto, después de hurgar en su propio móvil, hizo que éste sonase y dijo que tenían una llamada muy urgente. Se piraron. Yo no sabía que hacer allí sola, pero recordé del curso de primeros auxilios de la Cruz Roja otra enseñanza muy valiosa: abrir líneas de comunicación con enfoque centrado en la persona... y me puse manos a la obra, no se podía perder nada…

Me dirigí a mi asiento, la docente seguía hablando en su ordenador y yo, como quien no quiere la cosa empecé a hacerle desde allí las típicas preguntas de alumna interesada en la lección: Profesora, disculpe, entonces ¿los RRHH no existían en el cretácico, verdad? Y, deduzco de sus palabras que aún así, los dinosaurios ya poseían cierta ética naciente? Pero, en cualquier caso, profesora ¿es cierto que todos los seres vivos provenimos de las arqueas? Gracias a mi fingido interés, ella iba respondiendo a estas y otras preguntas y en esto el cañón empezó a funcionar, pero allí no estaba ni la profe ni su presentación: en la esquina inferior de aquella pantalla de color azul brillante podía leerse en letra pequeña ERROR DE CONEXIÓN. Entonces la profesora entrando por la misma luz por la que había marchado, pero en sentido inverso, se hizo forma en la tarima, es decir, regresó viva al aula. Se conoce que el feedback con esta alumna que ahora habla con ustedes, fue clave esencial para su regreso. A mí me cayeron dos lagrimones pues ella, al no poder monolgar con su Power Point, tuvo que hacerlo en directo conmigo… Incluso me preguntó: «¿Y los demás». «Vienen ahora  ―le respondí―,  fueron al baño».  «¿Juntos?», dijo la pobrecilla. «Café para dos», le respondí yo.

Se hizo un silencio, la interrogada al parecer se había vaciado. Bird ONE, para poner el remache, preguntó:

―Gracias, Paquita ¿desea añadir algo más?

―Sí, un pequeño detalle, la docente antes de la absorción portaba un vestidito muy mono estampado con flores de cerezo…

―¿Y ese detallito aporta algo sustantivo a los hechos?  ―no pudo aguantarse Bird TWO...

 ―Pues mire usted, y tanto: cuando la docente regresó al aula, en su vestido no había flores estampadas, sino cerezas, y bien gordas. Se conoce que el calorcillo del RGB de la pantalla, produjo la maduración.

Dinámica: Razonamiento espacial

 

PREGUNTA-RETO

Practicando solo 3 cortes consiga 8 raciones de tortilla exactamente iguales

Tema: Inteligencia general  / Subtema: Razonamiento espacial

PISTAS: Planos anatómicos / Rellenar un bizcocho

Objetivo de este PICOTEO: «Practicar habilidades de razonamiento espacial»

NOTA: Un picoteo es solo una incursión rápida en la red que no debería ocuparle más de 10 minutos (si le interesa el tema, ya profundizará más adelante…)

miércoles, 23 de agosto de 2023

Dinámica: Empatía

       

PREGUNTA-RETO

Vaya cambiando de lugar alrededor de esta mesa y DIGA QUÉ VE

Tema: Comunicación  / Subtema: Habilidades sociales: EMPATÍA

PISTAS: Definición de empatía (RAE) / Giacomo Rizzolatti: neuronas espejo

Objetivo de este PICOTEO: «Comprender de modo práctico el significado de empatía»

NOTA: Un picoteo es solo una incursión rápida en la red que no debería ocuparle más de 10 minutos (si le interesa el tema, ya profundizará más adelante…)

martes, 22 de agosto de 2023

TIP ORAT.: Power Point... no, thanks

 

Puedo imaginar a Mercedes Sosa en el escenario, puedo imaginar también como  ―a la vez que canta «Como la cigarra»―  a sus espaldas una gran pantalla reproduce un psicodélico vídeo que parece seguir la música… Puedo imaginarlo, pero no me gusta: no acabo de ver al la Sosa en  Eurovisión…

La buena presentación gráfica se se basa imágenes, apenas carga texto y cumple más o menos  la Regla 10-20-30 de Gay Kawasaki  (regla de máximos: 10 transparencias, 20 minutos y 30 tamaño de la fuente); la mala presentación es una infame sopa de letras que confunde más al nervioso autor que a su compasivo público. Pero ambas, la buena y la mala, interfieren con el discurso; la una por eclipsarlo, la otra por cargárselo. Todos los especialistas coinciden en que una presentación gráfica cuanto más corta, mejor. Pues adelante: la presentación más corta es aquella que no existe, ¿el monte más bajo no será acaso una llanura? ¿No será quizá el silencio el mensaje más corto?

Si acierta McLuhan: el medio es el mensaje, entonces ¿qué pinta ahí quien lo creó? Si tan buena es una presentación que ya habla por sí misma ¿para qué estropearla contándola? «Si la película era tan buena como me dijiste, déjame verla y no me jodas más, Pasucal, radiándomela desde la butaca de al lado».

Para encarar ponencias en congresos o defender trabajos de fin de lo que sea ante un tribunal conviene adaptar el discurso antes de cada función: el público nunca será el mismo. Conviene también ir adaptándolo a lo largo de una misma función, bien porque el público no era el esperado, bien porque el formando ha de cambiar a lo largo de la ponencia: si éste sale igual que entró ¿a qué el discurso?, ¿a qué el orador? Para encarar ponencias, además, no se necesitan más medios que voz, actitud y memoria… Así debiera ser aún a riesgo de perder algunos puntos en la encuesta:  P: ¿El/la ponente utilizó medios tecnológicos? R: «No, no puso un puto Power Point…». Pongamos entonces las cosas en su sitio: si mi presentación gráfica es tan buena, a ¿a qué voy yo?, si es regulona ¿por qué la proyecto? Yo soy el sujeto, la presentación es el objeto...

La utilización de medios tecnológicos en los que se apoya la docencia para impartir sus clases, cuando no resta, apenas suma un 5% en los resultados del proceso de enseñanza-aprendizaje pues, a mi parecer, el 80% del tiempo en una clase debería ser reservado al alumnado, a la práctica. Pongamos entonces a las presentaciones gráficas en su lugar: son un buen mapa para guiar una clase, un excelente medio para que trabaje el alumnado, para que éste exponga los resultados de un determinado trabajo en equipo. El Power Point es para novatos: un inmejorable gimnasio para muscular competencias sociales, comunicativas, tecnológicas, artísticas…, una excelente herramienta para aprender a aprender; pero no, no veo a Paulo Freire ni a Concepción Arenal delante de un Power Point. Pericles hoy en día no gastaría Power Point, Cicerón tampoco; Demóstenes, entre todos el mejor, no usaría hoy un simulador de voz para ocultar su disfemia, la llevaría a gala o volvería al asunto de practicar con ecológicos guijarros dentro de la boca... Que me llamen declinista, lo prefiero a ser esnob: es posible representar un buen discurso encima de una caja de cerveza. Si orador y discurso son uno ¿por qué disociarlos?

Por tanto: sí rotundo a las presentaciones cuando la docencia no está, sí a su uso por parte del alumnado, sí como apoyo a la diversidad, sí como recurso-objeto de aprendizaje en la red. No, por favor, no a las presentaciones cuando el discurso sea bueno pues no quedarán más cojones que cerrar los ojos para poder disfrutarlo. Hay más colores dentro cerebro humano que en el espectro visible en una pantalla de proyección. Las palabras pintan el aire del color que quiere cada oyente.

―Enhorabuena  por su presentación  ―alguien dijo al ponente al finalizar la sesión.

―Y mi discurso, ¿le ha gustado?   ―respondió éste con sarcasmo...

lunes, 21 de agosto de 2023

Podría ser peor... (By: J.G. Igleisas)

        

Podría ser peor

La maldita caldera, como siempre, tiraba a matar. El agua salía hirviendo o candente, a elegir. Acercarse al grifo era como nadar en magma. Sólo podía intentarlo dando saltitos hacia adelante y hacia atrás sobre la resbaladiza bañera. Al cuarto intento, con un agradable cosquilleo en la nuca, comprobó que el agua se había puesto de repente a la temperatura perfecta. ¡Genial! ―pensó ―, por fin un día que comienza bien.

    Tras un baño extrañamente agradable escuchó cómo llamaban a la puerta.

    Pedro recogió la carta y fue a sentarse al desvencijado sofá esperándose lo peor. Pero resultó que le iban a devolver tres mil lereles por un nosequé complementario de hacía tres años. ―Ya era hora de tener un poco de suerte ―pensó sonriente.

    Salió a la calle. Vivía en un mugriento y cochambroso arrabal. Normalmente no había ni gatos. Las enormes ratas acababan con todos. Pero ese día las aceras parecían nuevas y los coches estaban impecables, y hasta un pedazo de palo plantado en el suelo que pretendía ser un árbol había florecido. Además, lucía un sol de verano pese a estar a primeros de enero. Y, para colmo, la gente estaba súper amable. Se saludaban cordialmente entre ellos, con sonrisas y ademanes de afecto. En veinte metros lo habían saludado cinco veces. Alucinante...

    Siguió caminando, perplejo, y al doblar la esquina se encontró un fajo de billetes de cincuenta euros. Pero fajo fajo. A ojo de buen sisero no bajaba de los cinco mil. Se agachó cual relámpago a recogerlo y, con el fajo ya en la mano, por el rabillo del ojo vio acercándose por la derecha a su pesadilla diaria: Romerales, el madero. ―Ya decía yo que esto iba demasiado bien… ―suspiró mentalmente.

    Y Pedro se quedó con la palabra en la boca y cinco mil euros ―ocho mil con lo de Hacienda― más rico. ―No te hagas ilusiones, Pedro ―pensó ―. Esto es muy raro, pero verás cómo en el SEPE todo vuelve a la normalidad. Y hacia allí encaminó sus pasos.

    Cuando llegó se dio cuenta que la palabra raro se le hacía poco. Para empezar, en el SEPE no había cola. Lo cual le extrañó más que lo de Hacienda y el policía juntos. Hasta el guardia de seguridad lo saludó con un cordial «Buenos días, Don Pedro». Raro. Muy raro todo. Entró.

      ―¡Pedro! ¡Qué alegría verte por aquí! Te iba a llamar ahora mismo ―le dijo María, la funcionaria más guapa de la oficina.

    Pedro ya empezaba a mosquearse. A ver, que ni tan poco ni tanto. Que aquel día estupendo tenía que empezar a frenar un poco: sí o sí. Así que, temiéndose lo peor, se acercó a la mesa de María.

     ―¿Ves aquella puerta blanca del fondo? ―le dijo María con su sonrisa más picarona―. Entra sin llamar, te están esperando. Y enhorabuena, ¡me alegro un montón por ti! Luego nos tomamos un café y lo celebramos. ¿Te parece, guapetón?

    Pedro que se va hacia la puerta blanca del fondo, noqueado por los ojos verdes de María. Pedro que, de repente, nota una humedad extraña en los pies y vuelve a sentir en la nuca el cosquilleo de la ducha de esta mañana. Pedro que empieza a preguntarse si el cosquilleo no sería en realidad una buena hostia contra el canto de la bañera. Pedro que abre la puerta y empieza a ver todo blanco y, al fondo, sobre una vaporosa escalinata una figura de manto y barba blanca le saluda con la mano al tiempo que le dice: ¡Tocayo!

Javier García Iglesias

O Temple, 2023

domingo, 20 de agosto de 2023

Dinámica: Igualdad

PREGUNTA-RETO

Resuelva el ENIGMA (Sin prisa…)

Tema: Igualdad  / Subtema: Lenguaje

PISTA: Lorenzo Arribas, J.M. (2007). «El hermano de Pérez». Rinconete (Centro Virtual Cervantes), https://cvc.cervantes.es/el_rinconete/

Objetivo de este PICOTEO: «Reflexionar acerca del uso no sexista del lenguaje»

NOTA: Un picoteo es solo una incursión rápida en la red que no debería ocuparle más de 10 minutos (si le interesa el tema, ya profundizará más adelante…)


sábado, 19 de agosto de 2023

Dinámica: Neurolingüística


PREGUNTA-RETO

¿Cuál de las figuras es ELENA y cuál ÁLEX?

Tema: Neurolingüística  / Subtema: Semiótica

PISTAS: Efecto bouba -kiki / Takete-baluba / Mariano Sigman / Filosofía del lenguaje / Sinestesia

Objetivo de este PICOTEO: «Comprender las bases neurológicas del simbolismo visual y sonoro».

NOTA: Un picoteo es solo una incursión rápida en la red que no debería ocuparle más de 10 minutos (si le interesa el tema, ya profundizará más adelante…)

viernes, 18 de agosto de 2023

Dinámica: Accesos oculares

PREGUNTA-RETO

¿Miente el de la izquierda, o miente el de la derecha?

Tema: Comunicación no verbal / Subtema: Accesos oculares

PISTAS: Bandler y Grinder / PNL / Las Meninas

Objetivo de este PICOTEO: «Detectar claves de verdad o falsedad en la mirada»

NOTA: Un picoteo es solo una incursión rápida en la red que no debería ocuparle más de 10 minutos (si le interesa el tema, ya profundizará más adelante...)

PARÁLISIS (By: Javier G. Iglesias)

                                           Análisis de la parálisis por análisis

Pues…

 

Javier García Iglesias

O Temple, 2023

 

P.S.: es mi récord de artículo más corto, no es que se haya borrado nada

jueves, 17 de agosto de 2023

La TORTÍCOLIS de la marioneta

     

Arrastro de la infancia el interés por las marionetas, pero me siguen dando una miaja de miedo: parecen tan reales… ¿Tienen conciencia esos enigmáticos bichos de su propia existencia? ¿Por qué no pueden mirar hacia arriba? Quizá lo único que tengan es tortícolis… Hoy recibí un bonito elogio de un individuo en toda regla pues él no tiene hilos, o quizá los rompió, un tipo tan orgulloso de sí como de no manejar a nadie: se llama Jose Luis Álvarez Gago (copio a continuación):

No hay nada como sentirse dueño, esto es, descubridor y domador, de los propios conocimientos. El llegar solo, a un puerto esperado (o inesperado) es el auténtico acto carnal de la inteligencia y la imaginación…

Te has marcado una gran frase, amigo Gago; mientras trato de entenderla en lo que a su significancia práctica se refiere, me consolaré con un pensamiento más cartesiano: Soy manejado, luego existo.

Gracias, amigo Gago, por estas palabras; no las entiendo del todo, pero me huelen a rock alternativo.

lunes, 14 de agosto de 2023

Docentes... ¿PARA QUÉ?

                                                   

    No hacía aún cinco años que el imperio inglés  ―partiéndola en dos―  abandonaba la India, cuando un doce de febrero de 1952 nacía en el nuevo país un hombre libre, tan libre que recién nacido, por sí mismo y sin ayuda  ―cosa singular―  bajaba atropelladamente las escaleras para poder inscribirse en el registro con el nombre de Sugata Mitra y, de paso, matricularse dentro de plazo en la facultad de polimatía… Ese mismo día, a la misma hora, pero a trece mil kilómetros  ―mar en medio―,  un profesor de psicología, Jerome Bruner, seguía dándole vueltas en Harvard a una nueva teoría pedagógica: el aprendizaje por descubrimiento… Martin Luther King, que asistía ese doce de febrero a una clase de filosofía en la misma universidad, en un melancólico despiste dio en pensar: «Wow, ya hace cuatro años que palmó el Mahatma…».

    De vivir hoy en día Plutarco, sus Vidas Paralelas estarían tan atiborradas de parejas ejemplares que seguro algún becario ya las habría clasificado temáticamente asignando al binomio Gandhi-Luther King al nutrido departamento de: «revolucionari@s», sección: «intoxicad@s por plomo»… Si viviese hoy el viejo Plutarco también hubiera mandado engrilletar y subir al carro de sus Vidas Paralelas  ―junto a Alejandro y César, junto a Demóstenes y Cicerón, junto a Pericles y Fabio, junto a Arístides y Catón (…)―,  a este par de hombres buenos: Jerome Bruner-Sugata Mitra

    Debían correr los sesenta cuando Jerome Bruner por fin se atreve a dar a conocer su nueva teoría pedagógica: el aprendizaje por descubrimiento; un enfoque constructivista que llegaba para romper con una pedagogía tradicional en la que los contenidos, mostrados por la docencia en su forma final, pasarían ahora a ser descubiertos, poco a poco, por el alumnado: este agente, otrora pasivo, pasaría a adquirir los conocimientos por sí mismo. La docencia, lejos de aquellas obsoletas matracas magistrales tan infumables, ahora se limitaría a plantear el objetivo y, fomentando la curiosidad de su alumnado, permitiría que éste lo conquistara solo. El formando dejaría de ser una grabadora para convertirse en capitán de su aprendizaje… Pobre Jerome, pobre iluso…

    Sugata Mitra, en aquella década que culminaría con la llegada del hombre a Selene ya se había doctorado en polimatía; esto es: al igual que Leonardo Da Vinci, María Montessori o Cajal, ya era un ilustrado en diferentes campos de lo práctico; de modo que en 1999, siendo ya reputado físico, informático y seguramente alguna cosa más, e impulsado por esa afección voyerista que todo científico inexcusablemente posee, hizo varios agujeros en la pared desde el interior de una oficina sita en un barrio muy pobre de Nueva Delhi y colocó en cada boquete, dando a la calle, un ordenador conectado a internet. Estos artilugios que hoy en día serían calificados de patatas, solo operaban en idioma inglés…

    Las criaturas, al ver aquellos cacharros dando a la calle, con recelo de gatitos curiosos, empezaron a aproximarse… «¿Qué sucederá ahora?  ―pensó Mitra, agazapado tras el muro―  Ninguno ha tocado nunca un ordenador, muchos no saben leer ni escribir, ni siquiera saben hablar inglés…». Y sucedió precisamente lo que el bueno de Sugata Mitra deseaba que sucediese: en poco tiempo esos desamparaditos aprendieron, por sí mismos y sin profesores, a navegar en internet: elegían qué mundo ver en esas pantallas, jugaban a juegos online y así, enseñándose unos a otros, sin profesores ni dirección alguna, aprendían también el suficiente inglés como para seguir navegando... El experimento Hole in the Wall no es ninguna broma, Sugata Mitra siguió replicándolo con idéntico éxito en muchos lugares pobres del mundo, hasta acabar por llamar al prodigio Educación Mínimameente Invasiva y desarrollar así el método SOLE; un sistema pedagógico que incita la curiosidad del alumnado mediante lo que él llama grandes preguntas. Las grandes preguntas pueden adaptarse a cualquier materia; por ejemplo: ¿Por qué se caen las cosas al suelo? (física) ¿Por qué el cliente siempre tiene la razón? (marketing) ¿Por qué sabe mi rostro que yo estoy alegre? (neurofisiología) ¿Por qué no nos entienden a los profesores si nosotros lo tenemos tan claro? (pedagogía)… El alumnado gusta de las preguntas sin respuesta, plantea Sugata Mitra…

    El neurofisiólogo argentino Mariano Sigman, un pibe que apunta maneras, confirma en su libro La vida secreta de la mente que la capacidad docente es innata en los primates superiores. Entonces, ¿docentes, para qué? ¿Para qué la docencia si el alumnado, como teorizó Bruner, aprende por sí mismo? ¿Para qué si Sugata Mitra pudo comprobar dicha hipótesis tras un agujero practicado en la pared? ¿Será para mantener  ―consciente, inconscientemente o por puñetera costumbre― el statu quo que domina en la enseñanza? ¿O será para joder, aunque solo sea un poquito, a generaciones enteras de estudiantes con programas ministeriales abarrotados de patrañas teóricas y conocimientos inservibles que engruman el pensamiento hasta coagularlo? ¿Para qué tantos docentes si uno solo, internet, ya podría sustituirnos a todos? Docentes… ¿para qué? He aquí una gran pregunta; busquen ustedes SUS respuestas, descúbranlas por sí mismos y disculpen si sus respuestas han sido condicionadas por quien escribe: Docentes… ¿para qué?

miércoles, 9 de agosto de 2023

Docencia-DECENTE (en el tajo)

                 

Hacía ya doce años que Baldomero ponía ladrillos junto a su pareja de obra, Nemesio. Desde entonces Baldomero y Nemesio conformaban un benemérito binomio que sólo rompía, de vez en cuando, el paro. Baldomero era albañil de genética: cumplidor, de rostro recio, serio, taciturno y callado. Nemesio tampoco hablaba casi nunca, pero a diferencia de Baldomero, siempre parecía alegre: lloviese, ventase o hiciese calor, Nemesio siempre mostraba tras sus bigotes blancos amarilleados por el tabaco una franca y perpetua sonrisa. Ese día se había estropeado la hormigonera, el material no llegaba, y para colmo, Dios había mandado tronar; ambos zascandileaban sudorosos, callados: recogían, ordenaban, limpiaban… Entonces Baldomero, mosqueado por la poco solidaria sonrisa su compañero se lo preguntó, ese día le preguntó a Nemesio lo que nunca le habría preguntado ningún otro: ¿Por qué siempre andaba contento incluso cuando el tiempo y las circunstancias eran tan reputas como hoy?:

―Mira, Baldomero  ―respondió sonriente Nemesio dejando el carretillo arrimado a la pared y señalando la esfera de su reloj de pulsera― ¿te habrás fijado que siempre llevo este reloj parado en las diez y diez?

―Joder, Nemesio  ―replicó Baldomero―,  no me jodas, tantos años juntos y nunca me había fijado… pero ahora caigo en esa cuenta: tú nunca estás pendiente de la hora y es por eso...  porque llevas ese viejo reloj de cuerda parado…  parece mentira, somos pareja y no te conozco, yo que bauticé a tus hijas, Nemesio…

―Amigo Baldomero  ―interrumpió Nemesio―,  en los relojes la cara es el espejo del alma: es la maquinaria interna la que mueve las agujas que están fuera; pero en las personas, es justamente al revés: el alma es el espejo de la cara: las manecillas de la cara son las que mueven la maquinaria del alma…

―Toma, dale un trago al botijo ―cortó ahora Baldomero acercando el cacharro de barro a Nemesio―,  la inactividad y este maldito bochorno de agosto sí que nos están jodiendo a nosotros la maquinaria... No te conozco… Maldita sea, maldita sea la hora hora en que te pregunté por tu puta sonrisa…

―Mira  ―dijo Nemesio clicando de nuevo en el cristal de la esfera de su reloj con esa uña de galápago viejo que a veces usaba para encintar las baldosas―,  este reloj es herencia de mi padre, Dios lo tenga en la Gloria, pero un buen día, hace quince años, empezó a adelantar y a atrasar a lo loco, sin ton ni son, de modo que no tenía hora fija, un putiferio, vamos. Entonces lo llevé a arreglar a la relojería del Gregorio, el primo de tu señora, y el Gregorio, hombre ilustrado como sabes porque ha escrito un libro, me explicó que el peluco no tenía solución, que el eje nosequé se había descompensado…  Yo le dije entonces que por cojones tenía que arreglármelo y ponerle hora fija. Y bien que cumplió el muy coñero... me lo puso en hora fija: soldó con estaño la maquinaria interior de este reloj, le inhabilitó la cebolleta y me lo dejó para siempre a las diez y diez. Hasta hoy.

―¿Y tú que hiciste, Nemesio? ¿No le diste dos hostias al Gregorio por la broma?

―Eso me pedía el cuerpo, y a buena fe que debió notármelo en la cara; pero el Gregorio, ese santo que siempre anda con el tiempo en los talones,  me repitió que no había ni arreglos ni repuestos para el eje y por eso decidió hacer lo que yo le había pedido: ponerle al reloj hora fija. Y me se fue quitando el tabardillo con sus muchas explicaciones: porque el Gregorio me advirtió que si soldaba la maquinaria a las doce en punto, parecería que al reloj le faltaba una aguja; que si la soldaba a las nueve, o a las tres, una aguja siempre taparía la prestigiosa marca CIMA; que otras opciones horarias eran muy poco elegantes; que si decidía estañarla las ocho y veinte, las agujas hacia abajo formarían un gesto triste y que, como mi padre era hombre alegre y eso no le habría agradado, decidió entonces soldar hora fija a las diez y diez: de este modo  las manecillas del reloj formarían para siempre una infinita y perpetua sonrisa. Y entonces, ¡te lo juro Baldomero!, yo le sonreí al Gregorio, y le quise pagar, pero me quiso cobrar la broma y asín me se quitó del tó el tabardillo. Y me se quedó esta sonrisa soldada. Hasta hoy.

martes, 8 de agosto de 2023

TIP ORAT.: Reparta la mirada

           

        ¡Qué tip tan evidente! «Reparta la mirada democráticamente»: todo el mundo sabe que a la gente hay que mirarla, que la verdad está en los ojos, que no mirar, o mirar de soslayo, puede significar desconfianza, miedo, o soberbia…  Pero saber eso es no saber nada, es quedarse en la superficie de un asunto tan penetrante como es el de la mirada: el diablo está en los detalles; veamos. 

      Mirar no es fácil para quien se inicia en el bello arte de la oratoria; el principiante  ―con la excepción del orador nato― es egoísta, enfoca su mirada hacia adentro, se centra estructura de su discurso, recela de su memoria, se siente observado: «No me mires, no me, no me mires, déjalo ya» (Mecano), rehúsa mirar porque los que están ahí le miran: «No mires a los ojos de la gente; me dan miedo, mienten siempre» (Siniestro Total) y su mirar acaba resultando tan flojo como su ego: pobre iniciado, aún no sabe que es bello, fuerte, único. Pero el ardiente rubor facial de este patito feo resulta infinitamente más fresco, natural, amentolado, resultón y confiable que toda la gestualidad del conferenciante experto, viajado, guaperas, seguro…  Éste si que sabe mirar, pero su interesante e interesada mirada, por estudiada, resulta tan creible como su sonrisa: esa que deja ver como al disimulo unos radiantes dientes de un blanco tan imposible, tan perfecto y deslumbrante que solo se explica por la acción química de algún agente blanqueante diseñando no sólo para acabar con el puto ecosistema de bacterias amarillas de su piñata, sino para matar también así, de paso, químicamente y de modo radical la profunda desconfianza que su discurso genera en los otros;  porque sí, el experto lleva muchos años mirando, sabe que debe mirar, pero lo hace sin verdad pues todo el amor está reservado a esa una selecta tribu de fans que son todo y uno a la vez: su ego. 

        No, el experto no mira, vende, y no vende un tornillo porque mira sin chispa, sin alegría, sin gracejo, con fingida complicidad; el experto ya no mira a su público con ese cándido rubor natural que murió al final del tercer aplauso, un aplauso más falso que segundo, más mecánco y fuerte que el primero. El experto es flojo de empatía: cuando suelta sus peroratas en público todavía parece estar ante el espejo, ante la webcam. De este modo la rutilante estrella mata al patito feo: ahora los otros que están ahí, mirando-le  sólo han venido a admirarle, a escucharle, a ovacionarle, a pedirle autógrafos. Y esto sucede porque el experto desconoce lo esencial: la gente no quiere aprender, la gente no quiere evaluar,  la gente tan solo quiere que ser tenida en cuenta. Mirar es repartir verdad; decir a cada par de ojos y con cada golpe de vista: gracias por venir, sé que usted me escucha porque usted es muy inteligente. El principiante sabe poco, pero el experto no sabe nada. Los grandes oradores  ―entre ellos hay principiantes, expertos y natos― saben que si los ojos, esos bellos exudados cerebrales han atravesado el cráneo están ahí, fuera, es para mirar desde dentro y hacia dentro del otro; teniéndole meridiana y machadianamente en cuenta: «El ojo que tú ves no es ojo por que tú lo veas, es ojo porque te ve». No, los grandes oradores no miran realmente con los ojos. Algunos locutores de radio, abocados a la ceguera por el medio, acaban mirando con el alma; se convierten en ciegos, ciegos enamorados. Quizá el TIP de inicio debiera ser otro: «Hable con los ojos tapados» o «Antes de hablar en público, deje su ego colgado en el perchero»; en cualquier caso ahora es que podemos entender ese tip tan superficial que hay arriba.

martes, 1 de agosto de 2023

Living is Easy (Part Two)

         

¡Joder!, la distancia entre lo que soy y lo que pude haber sido es tan grande… ¡Qué lástima no haber suspendido cuatro en segundo de la ESO y siete en tercero y poder así salir de la cadena! ¡Qué condena haber nacido con tanta memoria! Si Paco de Lucía no necesitó aprender solfeo para tocar la guitarra magistralmente ¿por qué me estuvieron jodiendo a mí durante tanto tiempo con sintagmas nominales y proposiciones subordinadas cuando yo, yo ya hablaba y escribía perfectamente? Del mismo modo podrían haberme enseñado también a subir y bajar científicamente unas escaleras que yo, yo ya subía y bajaba con soltura: «mano en el pasamanos, niña, pie derecho en el primer escalón…». Soy licenciada y no sé nada; el profundo desconocimiento adquirido sentada tras mil pupitres a lo largo de tantos años carece de sabios ambages socráticos, porque yo, yo sí que no sé nada, yo no sé nada de nada, nadita… A veces me consuela pensar que al igual que suelo ganar algún quesito en el trivial también podría sacar una oposición, porque a mis veintisiete soy capaz de nombrar de memoria todas las capas de la Tierra ―ese es el contenido más repetido a lo largo de mi educación―  y puedo soportar con estolidez y resignada aceptación el vapuleo de cualquier lección magistral sobre mis resilientes costillas.

¿Por qué la Mafalda de Quino o las caritas de los niños dibujados por Francesco Tonucci piden auxilio y nadie les rescata? Porque están encerrados en una macabra pesadilla en la que sus gritos de Munch resultan inaudibles a lo largo de una cadena de producción que los va pasando de un nivel a otro… ¡zis, zas! Primaria: máquina de desapego y conformación; ¡crup, crup! Secundaria: picadora de carne; ¡glub, glub!. Bachiller: máquina de hacer chorizos. ¡Ebau!: cinta transportadora y ¡fium! a la Universidad: máquina para envasarlos ―¡slurp!― al vacío; y en un sólo ¡clic!, a internet: distribuidora que los coloca en el lineal hasta que ―¡ale!―  alguien los ve y ¡hop!, al carrito de la compra; ¡chsss, chsss! tueste a fuego lento en la parrilla del mercado laboral: ¡chist, clinc! calla y cobra, ¡clinc, chist! cobra y calla…

By: Angelines Ombreiro

Ladrillo vs. piruleta

Don Ladrillo, el profe del GRUPO A, aborda el tema el mercado de valores y lo hace como siempre… Que si las actividades del mercado primari...