Al día
siguiente dos pájaros de brigada de asuntos UFO del Ministerio de Defensa
interrogaban a Paquita, la única alumna que al parecer presenció la misteriosa
abducción de una profesora en el aula:
―Doña Paquita,
buenos días, yo soy Bird ONE y éste es mi compañero, Bird TWO. Usted sabe que
cualquier cosa que diga podría ser utilizada en su contra… bla-bla-bla. Procedo entonces a
dar lectura a la declaración hecha por
usted el día de autos:
«La docente llevaría
unos noventa minutos hablando cuando fue chupada por la luz del cañón de
proyección; aún estaba en la introducción del tema, gestión de RRHH, cuando fue
embebida por la luz, lo juro ―recuerde Paquita, que usted lo juró…―, juro que se desvaneció del aula y apareció proyectada en
la pantalla, dentro de su propio Power Point.
Casi nadie pudo ser consciente del prodigio pues hacía mucho tiempo que todo el
alumnado simulaba vida consciente: nuestra atención estaba en stand by, adormecida por el run run de la docente al leer, sin altos ni bajos y con cirujana precisión, aquel Power Point tan lleno de letras. Cuando fue abducida
por la luz, iría, calculo yo, por la transparencia número ochenta que llevaba
por título algo así como: aspectos
deontológicos, éticos y morales del dinosaurio promedio del cretácico, en ausencia
de recursos humanos… Lo curioso es que cuando la profesora fue sorbida por
el cónico rayo de luz del cañón no se percató de su
cambio de estado; seguía leyendo sus transparencias como si nada hubiera
pasado, pero ya no lo hacía en el aula, sino dentro de la pantalla. La tarima estaba vacía».
Bird ONE, lanzó la primera pregunta:
―¿Usted
presenció, doña Paquita, el momento justo en que la docente desaparece del aula,
entra en la luz del cañón de proyección y aparece en la pantalla?
―No exactamente ―respondió dudosa Paquita―, el ambiente era tan, tan qué le diría yo, tan soporífero, tan hipnótico… que no puedo afirmar tal cosa. Fue algo parecido a cuando un mago le hace a una truco y una no se entera ¿me explico? o como cuando le birlan a una la cartera en el metro y una se da cuenta al llegar a casa. No sé… quizá no pude ver el instante exacto de la aspiración porque éste me cuadró con un parpadeo en fase off, pero estoy segura de que sucedió…
―Y dígame,
Paquita ―interrumpió Bird TWO ―, cuando la docente apareció en la
pantalla ¿les miraba a ustedes desde allí? ¿Portaba acaso gafas de sol? porque reconocerá usted que nadie puede soportar esa luz directa en los
ojos…
―No, querido,
no portaba gafas de sol, ni las necesitaría
―respondió Paquita mosqueada―
porque la profesora nunca miró al alumnado, ni antes, ni después de la
chupación: ella seguía leyendo el su Power
Point dentro de la pantalla en un
plano americano en el que se la veía señalar a otra pantalla dentro de la cual
había otra pantalla más pequeña con otra profesora como ella, pero más pequeña
señalando a otra pantallita más chica…
―Gracias, Paquita ―cortó con elegancia Bird ONE―, ya nos hacemos una idea de lo que usted estaba viendo. Pero díganos ahora, ¿qué hizo usted entonces?
―Se lo
diré ―se arrancó Paquita ahora con
energía―: mis compañeros estaban un poco mosqueados mirándose unos a otros,
pero el verdadero pánico empezó a cundir cuando de pronto se fundió la luz del
cañón: ahora el aula estaba casi a oscuras y la docente ya no estaba ni aquí, ni allá
¿me entienden?… solo sonaba una vocecilla como enlatada encima de la mesa
reservada a la docencia, aquel sonido procedía de su propio ordenador portátil…
―¿Y qué hizo
usted entonces? ―sondeó Bird ONE con
real interés: el curso del relato de Paquita le había hecho olvidar durante una fracción
de segundo las insoportables ganas de fumar que cargaba desde antes de
nacer―. Paquita respondió:
―Salté de mi
silla y me dirigí al escritorio para mirar si ella estaba ahora en la
pantallita del portátil, supuse esto pues en ese momento aquella era la única fuente
de luz visible en el aula, y efectivamente: ahí estaba la docente como si tal
cosa, parolando dentro de la pantalla de su portátil; al verme tan cerca me
dijo: «¿quiere usted algo?». Yo le respondí: «nada-nada, profesora, es que soy algo miope».
Le mentí, les confieso mi pecado, pero solo fue para no sobresaltarla pues la pobre estaba ahí dando la clase, tan pancha… Miren, dejando la desgracia a un lado, daba gusto
verla porque dentro de su pantallita actuaba de un modo más resuelto y confiado;
supongo yo que por la zona de confort que le comportaba el hecho de residir físicamente
dentro de su propio ordenador…
―¿Y entonces? ―interrumpió Bird TWO.
―¡Entonces tomé
las riendas! ― prosiguió Paquita― Yo tenía muy fresco un curso de primeros auxilios que había hecho en la Cruz
Roja y recordé de éste una enseñanza muy buena: en situaciones de crisis
conviene encapsular la situación apartando a los mirones de la escena … Bueno, qué
les voy a contar yo a ustedes que andan a diario en el rocanrol…
―Vaya al
grano, por favor ―volvió a interrumpir
Bird TWO (Más tarde, en el pub de enfrente, su compañero Bird ONE le refrescaría lo que al parecer había olvidado de la formación policial
básica: resulta estúpido abrir la boca en momentos calientes: justo cuando el
reo empieza, sí, cuando empieza a vomitar…).
―Pues eso, tomé las riendas: mandé con tono suavón a todos al descanso, eso nunca
falla en los cursos, y desalojaron en cero
dos. Una vez ahuecaron, yo fui a buscar a los de mantenimiento informático; los hallé en recepción y ¡ale! que me
acompañaron al aula, eso sí, partiéndose la goma: ese gremio es tan prepotente como el de ustedes... disculpen, pero es que ustedes tampoco se creen nada hasta que lo ven con sus propios
ojos. Al principio esos dos creían que la docente estaba en Málaga impartiendo una
videoconferencia online ―ellos decían webinar―
pero enseguida cayeron en la cuenta de que dicha modalidad carece de sentido
en un curso presencial… entonces hicieron lo de siempre: resetearon el equipo. Pobre
profesora, yo creí que la perdíamos, pero al iniciarse de nuevo la sesión, ahí
seguía ella dándole que te pego al Power
Point. Total que uno de ellos, el más mayor, en vista de que la profesora no debía pesar más de un giga, propuso la opción de sacarla de su portátil pasándola a una memoria externa, vamos, a un pequeño pendrive; pero el otro, más jovencito, enseguida
abortó la maniobra afirmando que se trataría de un micro-machismo… Total que empezaron a hablar de lenguajes de programación: el más viejo,
al parecer entendía un poquito de COBOL… Lo último que les oí es que iban a generar
una carpeta en el escritorio para meter dentro a la docente y luego mandarla desde allí a la impresora 3D; pero rechazaron también esa opción pues no
tenían, conforme a la LOPDGDD, la preceptiva autorización firmada por la docente para trastear en su equipo. Total que el más experto, después de hurgar en su propio móvil,
hizo que éste sonase y dijo que tenían una llamada muy urgente. Se piraron. Yo no sabía que hacer allí sola, pero recordé del curso de primeros auxilios de la Cruz Roja otra
enseñanza muy valiosa: abrir líneas de
comunicación con enfoque centrado en la persona... y me puse manos a la obra, no
se podía perder nada…
Me dirigí a mi asiento, la docente seguía hablando en su ordenador y yo, como quien no quiere la cosa empecé a hacerle desde allí las típicas preguntas de alumna interesada en la lección: Profesora, disculpe, entonces ¿los RRHH no existían en el cretácico, verdad? Y, deduzco de sus palabras que aún así, los dinosaurios ya poseían cierta ética naciente? Pero, en cualquier caso, profesora ¿es cierto que todos los seres vivos provenimos de las arqueas? Gracias a mi fingido interés, ella iba respondiendo a estas y otras preguntas y en esto el cañón empezó a funcionar, pero allí no estaba ni la profe ni su presentación: en la esquina inferior de aquella pantalla de color azul brillante podía leerse en letra pequeña ERROR DE CONEXIÓN. Entonces la profesora entrando por la misma luz por la que había marchado, pero en sentido inverso, se hizo forma en la tarima, es decir, regresó viva al aula. Se conoce que el feedback con esta alumna que ahora habla con ustedes, fue clave esencial para su regreso. A mí me cayeron dos lagrimones pues ella, al no poder monolgar con su Power Point, tuvo que hacerlo en directo conmigo… Incluso me preguntó: «¿Y los demás». «Vienen ahora ―le respondí―, fueron al baño». «¿Juntos?», dijo la pobrecilla. «Café para dos», le respondí yo.
Se hizo un
silencio, la interrogada al parecer se había vaciado. Bird ONE, para poner el
remache, preguntó:
―Gracias,
Paquita ¿desea añadir algo más?
―Sí, un
pequeño detalle, la docente antes de la absorción portaba un vestidito muy mono
estampado con flores de cerezo…
―¿Y ese
detallito aporta algo sustantivo a los hechos?
―no pudo aguantarse Bird TWO...
―Pues mire usted, y tanto: cuando la docente regresó al aula, en su vestido no había flores estampadas, sino cerezas, y bien gordas. Se conoce que el calorcillo del RGB de la pantalla, produjo la maduración.