Estudiantes:
seguid estudiando, porque corre en mentideros filosóficos que Tomás de Aquino, vuestro
santo patrón, hizo más por la teología que por la educación. Fan de un solo
Dios era el de Aquino y recatado maestro, pero nada que ver con la diosa
Afrodita: moderna, libertina, casual y tan caprichosa que, no queriendo gastar
tiempo en vanas infancias y espinillosas adolescencias, nació ya mujer
directamente de los huevos de su padre, Urano, que habían sido cortados y
arrojados al mar por su propio hijo Crono, quien por ello buen patrón sería de
capadores, si tal oficio todavía existiera… Mirad estudiantes si Afrodita es
caprichosa que del Olimpo, cerrado a cal y canto, es la única diosa que tiene pase pernocta
para salir de vez en cuando. Para milagros, los paganos: a mayor número de
dioses, más oportunidad de impacto; veréis:
El primer milagrejo
que la diosa Afrodita perpetró en materia de educación se remonta a cuando los
años no se contaban, aún reinaba en Chipre Pigmalión; buen gobernante era
éste, pero mejor escultor y en busca de la mujer perfecta andaba cuando una de inusitada belleza esculpió. El bueno de Pigmalión bajaba todas las
noches al taller para perfeccionar su obra y como de roces nacen cariños, pues de su
propia obra se enamoró; pero el amor tiene sus altos y sus bajos… Unas veces,
las menos, gemía enamorado:
―Eres la mujer perfecta, diríase que vida tienes ―y otras, las más, lloraba destrozado―: Lástima, Galatea, que de mármol frío estés hecha.
Pigmalión, perfeccionista empedernido, era hombre de poca fe pues nunca había presenciado la metamorfosis del gusano de seda: en aquel entonces había poco contacto con la remota China y menos aún con la ignota Zipango, allá donde los nipones, convencidos de que los objetos tienen alma, llevan sus enfermos cacharros rotos al Kintsugi Hospital para sanarlos llenando sus grietas con oro. Y así, día tras día, lloraba desconsoladamente Pigmalión frente a su obra; y tantas eran sus lágrimas y tan copiosas que el taller fueron inundando, tanto que a los finales Pigmalión tenía que visitar a su pétrea amada calzando botas de goma, calzado del cual no se conserva hoy vestigio alguno, circunstancia de la cual podemos colegir que aún no se conocía el caucho. Lo que sí damos por seguro es que el precioso pavimento de teselas de aquel sótano no poseía drenaje pues llegó a anegarse totalmente…
Como todo se
acaba sabiendo, el rumor de la inundación llegó al Olimpo. Dionisio, algo
bebido, se chivó a Afrodita; se lo contó bajo las sábanas cuando la aurora de
rosados dedos salía de su cuna de brumas, se lo contó para evitar la muerte con
un descanso entre placeres y se lo contó bajito para que el marido de la diosa, Hefesto, siguiese martilleando como si nada en la herrería… Y así
Afrodita tuvo el capricho de regresar a su Chipre natal para comprobar in situ
cómo es posible que un sótano, por pequeño que sea, pueda inundarse de saladas lágrimas pigmalionas.
Cuando la
diosa entró en el taller, el lugar ya estaba arruinado por las aguas. Por
encima de ellas caminó grácilmente ―cosa es de dioses― hasta llegarse a un
montículo donde, iluminada por dos antorchas lucía la pétrea Galatea a cuyos
pies dormía Pigmalión. Cuenta Ovidio que la diosa del poliamor se apiadó de
Pigmalión y por ello dio vida a la estatua, pero realmente no fue ese el móvil
del milagro; aquel hombre consumido y deshidratado no podía interesar en
absoluto a Afrodita y aún menos su humano dolor: Afrodita había puesto ojos en la blanca Galatea. Nada tienen de especial, ―cantaban
la ninfas mecanas― dos mujeres que se dan la mano…
Por tanto, estudiantes, no estudiéis tanto: las expectativas positivas puestas por los profesores en algo inanimado ―vosotros― tienden a cumplirse. No seréis pues lo que sois, sino lo que ellos crean que sois. Dejad que os echen margaritas, los olmos podéis dar peras. Al fin y al cabo estudiando no se aprende tanto: Estudiante que estudías e que tes libros dabondo, ¿por qué o cabalo no prado caga o cagallón cuadrado, tendo o furado redondo? Por tanto, a partir de ahora el efecto Pigmalión pasará a llamarse PRIMER capricho de Afrodita. Ella será y no el Tomás, vuestra patrona. Ah, ¿que no es santa?, pues más pecó la macarena y luego la hicieron santa, cuando vieron que era buena. ¿Tanta letra, tanto número cuando apenas habéis roto ayer a follar? Bien comido, bien bebido, ¿qué más queréis, cuerpo mío? Estudiar. Pues no todo se os ha de dar. Confiad en Afrodita porque ella hizo, que se sepa, dos milagros más… los veremos; entretanto: Aurrevuar, como diría Voltar.