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martes, 3 de octubre de 2023

TIP ORAT: Muletillas

Es muy fácil detectar muletillas en un discurso hablado, sólo hay que prestar atención a pequeñas partículas parasitarias como:  «ehh…», «hmm…», «bueno», «¿verdad?», «pues…», «esto…», «este…», «¿sí?» , «o sea», «¿entendido?», «por consiguiente», etc.  El problema es que cuando una mentira se expande, puede acabar convirtiéndose en verdad: alguien descubrió un buen día que las muletillas afean el discurso, al día siguiente juzgó que eran nocivas y finalmente dictó sentencia: hay que evitarlas…

Es por ello que en formaciones en materia de oratoria y cursos de metodología didáctica aún se suele recomendar evitar las muletillas; así de fácil, como si éstas tuviesen origen consciente, voluntario… Del mismo modo alguien podría postular, primero, que ponerse colorado en público queda mal, segundo, demonizar el rubor facial y tercero, lanzar el consejo: evite usted ponerse colorado en público… No, no es lógico: si un un profesional de la psicología recomendase a su paciente evitar un tic, probablemente estaría reforzándolo…

Las muletillas son más comunes en el orador naciente y esto tiene lógica porque éste aún no aprendió a pausar, ¿cómo habría de pausar quien lo que desea es terminar? Por tanto, cuando el orador aprende a pausar, la muletilla desaparece sola. No hay nada gratuito en el antiguo juego que se trae lo consciente con lo inconsciente: precisamos la muletilla  ―bastón, muleta o apoyo inconsciente―  para rellenar un espacio reservado al consciente silencio. ¡Qué manía con sancionar! sobre todo cuando el consejo es dañino: cuando un práctico aconsejado a evitar su muletilla más usada, es consciente en medio del discurso de lo que inconscientemente hizo, volver a utilizarla, tan sabio consejo puede llevarle al derrumbe; igual que se derrumbará alguien aconsejado a evitar ponerse colorado en público al percibir un calorcito en la cara que no quería tener: en ese mismo instante su color facial pasará de rojizo a morado. Digamos a quien necesita unas muletas para caminar que no las utilice… hagámoslo, porque aconsejar es fácil; digamos a alguien, justo antes de hablar en público, que sea natural, hagámoslo y esto le llevará, per se, a no poder serlo.  Vivan, por tanto, las muletillas, viva Shin-chan, viva Emiliano Zapata y ya está bien de prohibiciones…

     Por consiguiente, mientas usted no aprenda a pausar, siga con sus muletillas. Una de ellas pudo ayudar a Felipe González a ganar elecciones: este señor había estudiado derecho y repetía, inconscientemente y sin cesar la fórmula «por consiguiente» y todos acabaron por corear en las calles: «Por consiguiente, Felipe presidente».

      En este texto no hay muletillas, son comas.

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