Don Ladrillo, el profe del GRUPO
A, aborda el tema el mercado de valores y lo hace como siempre… Que si las
actividades del mercado primario y secundario, que si la transacción y
colocación de emisiones de valores de renta fija y variable, que si el precio
de los activos financieros, que si la curva de la oferta y la demanda,
que si bla, bla, bla...
Nótese que el estilo pedagógico
es de corte comunista pues iguala todos los contenidos: don
Ladrillo podría haber explicado con el mismo bzzz, bzzz infinito de
cirujanas precisiones académicas el ciclo del ácido tricarboxílico o el
descubrimiento de América logrando idéntica modorra mental en su
alumnado…
En el aula contigua, puerta con
puerta y a la misma hora, doña Piruleta, la profe del GRUPO B, encara el mismo
contenido: divide al grupo en cuatro equipos, a cada uno de los cuales entrega
dinero de mentirijillas ―billetes de diferente
valor hechos con papel reciclado que cuidadosamente ha cuñado con el sello del
instituto para que no se falsifique moneda― y les anima a invertirlo con
sentidiño en dos empresas que deberán escoger en las páginas salmón de un
diario de economía… A los pocos días veremos como Jaimito ―el de los chistes―
consuela en el recreo a una sus compañeras:
―Ya te avisé, Noelia, que CaixaBank no era un
valor seguro…
Y el tiempo que todo lo pone en
su sitio, a fin de curso dicta su sentencia final: en el GRUPO A de don
Ladrillo aprueban 3, en el GRUPO B de doña Piruleta aprueban 21.
―¡Maldito sea mi conocimiento! ―maquina
don Ladrillo― ¿Si yo lo tengo tan claro, por qué nadie me entiende? Esa
Piruleta los hipnotiza con jueguecitos inútiles y después aprueba a tó
quisqui. Así nos va en PISA… Qué inconsciente, hasta aprobó a Jaimito… Voy
a llamar a ese muchacho y lo interrogaré, esto no puede quedar así…
―Dime, Jaimito: ¿Cómo explicas el
aprobado general en el GRUPO B cuando en mi clase sólo han aprobado tres?
―Pues mire, don Ladrillo, ustedes los profes no
tienen culpa alguna en el asunto; la razón es que la inteligencia del GRUPO B
es siete veces superior a la del GRUPO A.
―Tú siempre de broma, ¿verdad, Jaimito?
―Qué va don Ladrillo, algo de matemáticas me se ha pegado en los 76 años que llevo repitiendo. Le voy a explicar mi teoría genética de la inteligencia brotada de la primera letra del primer apellido del formando. Si los alumnos se apellidan Álvarez o García ―recuerde que el GRUPO A va de la A a la L― sólo podrían salir de él borricos de noria; sin embargo, si el apellido es Martínez, o Ramírez como el mío ―el GRUPO B, va de la M a la Z―, de él podrían emerger grandes economistas como Keynes; Dios no quiera que yo me halle entre ellos; se lo imagina usted, don Ladrillo: Jaimito candidato a premio Nobel de Economía… No, eso no es para mí, después de casi ocho décadas repitiendo, gracias a doña Piru perdería para siempre mi condición de inmortal arquetipo discente para acabar trabajando de sucio bróker en Wall Street. Quiera el diablo que me de usted clase el próximo año…
―Soy una impostora ―imagina doña
Piruleta camino a Benidorm―; sólo trato de salvar mi pellejo en el aula diviertiendo al personal con
dinámicas de grupo para hacer potables esos contenidos tan infames que abotargan el cerebro. A veces pienso que he perdido
demasiadas noches leyendo a Freire y a Giroux, a la Montessori o al bueno de
Rodari, a don Giner de los Ríos… Pero no hay nada que hacer, el viejo y
desarbolado cascarón de la Educación seguirá navegando con el mismo rumbo al vacío
mil años más, y por muchos misiles que reciba en la misma línea de flotación,
jamás se hundirá, porque flota en mierda.