Cómo pasa el tiempo... una empieza el lunes haciendo dibujitos en la escuela y el martes ―tras haber perdido los mejores años de su vida― ya tiene una que elegir carrera y en un plis plas ―cinco años de por medio― el miércoles comienza trabajar en una oficina bancaria como aprendiz de ladrona de los cuartos del vecino, esquivando así la deshonra que supondría atender sus súplicas en la caja del súper ―«ponme dos bolsas, chica, y no me las cobres»― o llenarle el depósito del coche a la orden de «sesenta euros, titi, que me voy a Burgos» o la tripa del abdomen al obsceno grito de «nena, ponme otro cubata»; para acabar el viernes a la noche ―treinta años después― reflexionando en el último trayecto de la sucursal a casa, en lo honroso hubiera sido dedicarse a sembrar de trigo la tierra, a hacer panes con las manos o a atrapar los peces del mar… y con esta profunda reflexión empezar la jubilación como es menester: saliendo de marcha toda la noche del sábado con la lapidaria sospecha de que no, no habrá domingo.
By: Angelines Ombreiro